Los datos derrotan los malos augurios. Hoy amplían los revelados el lunes: la economía española creció el primer semestre dos décimas más de lo calculado anteriormente. Eso confirma y actualiza la senda positiva oficializada a principio de semana. Según esta, el PIB creció en el trienio 2020-2022 hasta 1,3 puntos más que el cálculo previo del INE, ahora revisado. La revisión es más modesta que en Reino Unido, un 2% para 2022.
Pero sustantiva. Solo ese año el aumento del PIB aflorado el martes es de 19.269 millones, hasta 1,3 billones. El alza genera al menos cinco efectos económicos directos positivos. 1) La deuda pública baja del 113,2 sobre el PIB al 111,6%, al crecer más la economía. Lo que según el Gobierno debe permitir reducirla al 110% en 2023, un año antes de lo fijado en el Programa de Estabilidad. 2) El déficit, también, en menor cuantía. 3) La presión fiscal (recaudación sobre PIB) se relaja medio punto, del 38,73% al 38,18% en 2022 (<CF1001>Cinco Días</CF>, 20 septiembre). 4) Este descenso rebaja aún más la ya inferior presión española respecto a la UE a tres puntos; a 8 con Francia, a 5,4 con Italia, a 4 con Alemania. 5) Legitima así un mayor peso de la fiscalidad en el futuro, y abre ya espacio fiscal por más de 7.000 millones (el 38% de 19.000 millones).
Hay efectos menos directos en la economía, pero relevantes para la política económica. La revisión ha sido validada en los servicios de estudios privados, dada la dificultad de estimación inicial por la pandemia y la guerra. El teletrabajo dificultó la medición de horas trabajadas; el ahorro embalsado o la inflación, que complican la normalidad. Y minimiza el alcance del polémico relevo en la cúpula del INE: el alza del PIB ahora detectada va en línea con otros.
La revisión también ayuda a explicar el “misterio” de la asincronía entre paro y recaudación fiscal cabalgando, y el PIB solo trotando. Y equipara a España con los otros grandes de la UE en la recuperación del nivel prepandemia. Lo hizo asimismo en 2022, un año largo antes de lo consignado hasta hoy (segundo trimestre de 2023).
Economistas, analistas y políticos deberían haber prestado más atención a la discordancia entre los distintos datos, sospechando de que algo (del PIB) no se cuantificó. Nos habríamos evitado discusiones poco ponderadas. También los optimistas deben gestionar su triunfo con sobriedad senequista: habrá revisiones en los países de referencia.
Los datos fríos deslegitiman los argumentos de los profetas especializados en malos augurios. La economía española no se retrasó un año en recuperar su nivel, lo logró al compás de sus socios mayores. El nuevo escenario enfatiza que el efecto rebote automático fue mayor en España (tras la peor caída de 2020 por el peso del turismo y de las pymes), y que la política económica diferencial contribuyó: diferencial de precios energéticos Excepción ibérica; reforma laboral con salvación de empleos (ERTES e ICOS); empleo de ingentes fondos europeos SURE para el desempleo y despegue de los Next Generation. Y bajar la deuda nueve puntos tras las graves crisis del trienio no es un resultado menor.
Los recientes pronósticos de la Comisión y del Banco de España para 2023 y 2024 —años de enfriamiento exterior, por los altos tipos de interés y la contracción de la eurozona—, colocan a España, que los sufrirá, aún en cabeza de la eurozona y duplican, o casi, los de Alemania, Francia e Italia.
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