Estados Unidos aprieta las tuercas a Boeing | Economía

Estados Unidos aprieta las tuercas a Boeing | Economía

Boeing, Alaska Airlines, United Airlines y algunas otras aerolíneas tendrán que armarse de paciencia. Los aviones Boeing 737 Max 9 seguirán en tierra de forma indefinida. La Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) ha emprendido un marcaje férreo sobre el fabricante para asegurarse de que no se repite un susto —o algo peor— como el que afectó al vuelo 1282 de Alaska Airlines que perdió un panel en pleno vuelo, dejando un hueco en el fuselaje. Este viernes, justo cuando se cumplía una semana del accidente, las autoridades aeronáuticas lanzaron un comunicado con nuevas exigencias a la compañía que alejan la vuelta de esa versión del avión a los cielos.

El titular del comunicado de prensa era largo, de cuatro líneas, pero tenía la virtud de dejar claro el mensaje desde el principio: “Por la seguridad de los viajeros estadounidenses, la FAA mantendrá en tierra el Boeing 737-9 Max hasta que se lleve a cabo una inspección y un mantenimiento exhaustivos y se revisen los datos de las inspecciones”. Era la tercera andanada de la agencia aeronáutica a la compañía en solo dos días, después de que el jueves anunciase la apertura de una investigación formal y este mismo viernes anunciase una supervisión más estrecha de su proceso productivo, auditorías y el posible sometimiento a una empresa externa para sus controles de calidad.

Son anuncios algo humillantes para Boeing, que intentaba levantar cabeza de la crisis sin precedentes que sufrió por los dos accidentes catastróficos sufridos por dos 737 Max 8 (una versión diferente del avión) en 2019. Aunque los problemas que provocaron aquellos accidentes no están relacionados directamente con el caso actual, el mensaje de la FAA viene a ser que ya no se fía lo suficiente de Boeing. Y en una compañía aérea, la confianza es crucial.

El último anuncio de este viernes apunta a que los 737 Max 9 tardarán en volar y volverán a hacerlo de forma gradual y bajo vigilancia especial. “Estamos trabajando para asegurarnos de que nada como esto vuelva a ocurrir”, señala en un comunicado el administrador de la FAA, Mike Whitaker. “Nuestra única preocupación es la seguridad de los viajeros estadounidenses y el Boeing 737-9 Max no volverá a los cielos hasta que estemos completamente satisfechos de que es seguro”, añade.

“Tras revisar las instrucciones de inspección y mantenimiento propuestas por Boeing, la FAA determinó que necesitaba datos adicionales antes de aprobarlas. En consecuencia, la FAA está exigiendo inspecciones de las puertas de 40 aeronaves”, explica la agencia, que dice que “se siente alentada por la naturaleza exhaustiva de las instrucciones de Boeing para las inspecciones y el mantenimiento”. “Sin embargo, en aras de mantener el más alto nivel de seguridad, la agencia no aprobará el proceso de inspección y mantenimiento hasta que revise los datos de la ronda inicial de 40 inspecciones”.

Es decir, la FAA ha comunicado sus instrucciones para las inspecciones preliminares de esos 40 aviones, luego analizará los datos recogidos y elaborará una nueva instrucción definitiva para las revisiones de toda la flota, que tendrán que aprobar los aviones para volver a dar servicio. Va para largo.

Tras una revisión completa de los datos, la FAA determinará si las instrucciones cumplen las normas de seguridad más estrictas. Si la FAA aprueba las instrucciones de inspección y mantenimiento de Boeing, se exigirá a los operadores que apliquen ese régimen a todos los aviones antes de que vuelvan a estar en servicio.

Eso apunta, por tanto, a un proceso largo y costoso, que dañará no solo al fabricante, sino también a las aerolíneas que cuentan con aviones de esa versión en su flota. La que más tiene es United Airlines (79), pero en el caso de Alaska Airlines, una compañía más pequeña, los 65 de que dispone suponen aproximadamente una quinta parte de su flota, con lo que complican sobremanera su operativa.

Las inspecciones puestas en marcha por las compañías United Airlines y Alaska Airlines detectaron preliminarmente defectos en algunos de los aviones Boeing 737 Max 9 inmovilizados tras el incidente del vuelo de Portland (Oregón) a Ontario (California) del pasado viernes. En él, un panel que cubre un hueco que en otras configuraciones se utiliza como puerta de emergencia se desprendió del avión, con su recubrimiento interior y el material aislante dejando un boquete en el fuselaje en pleno vuelo.

United Airlines comunicó ya el lunes que había encontrado pernos algo sueltos y otros “problemas de instalación” en esos paneles que cubren el hueco reservado para puertas de emergencia. “Desde que comenzamos las inspecciones preliminares el sábado, hemos encontrado casos que parecen estar relacionados con problemas de instalación en el panel de la puerta, por ejemplo, pernos que necesitaban apretarse más”, señaló la aerolínea. Luego fue Alaska Airlines: “Cuando nuestros técnicos de mantenimiento empezaron a preparar nuestra flota de 737-9 Max para las inspecciones, accedieron a la zona en cuestión. Los primeros informes de nuestros técnicos indican que en algunas aeronaves se veían algunos componentes aflojados”, dijo la compañía a través de un comunicado.

Este miércoles, el presidente y consejero delegado de Boeing, Dave Calhoun, y los directivos de la compañía celebraron una reunión por teleconferencia con todos los empleados dedicada a la importancia de la seguridad y a subrayar cómo cada detalle es importante. En ella, Calhoun entonó un mea culpa. “Vamos a abordar esto, en primer lugar, reconociendo nuestro error”, dijo el directivo, hablando desde una fábrica en Renton (Washington) donde se producen esos aviones. “Vamos a abordarlo con total transparencia en todo momento. Vamos a trabajar con la NTSB [Junta Nacional de Seguridad en el Transporte] que está investigando el accidente en sí para averiguar cuál es la causa original”, dijo Calhoun, según un fragmento de la intervención publicado por la empresa. En él, se refería a que como padre y abuelo era consciente del peligro que habían corrido los pasajeros y la tripulación al desprenderse un panel del avión en pleno vuelo.

La cotización de Boeing ha caído un 12,5% esta semana, con lo que ha perdido unos 18.000 millones de dólares de valor en Bolsa. La compañía vale 132.000 millones de dólares, menos de la mitad que en marzo de 2019, antes del segundo accidente mortal de uno de sus 737 Max 8.

La compañía estadounidense cerró el ejercicio 2022 con unas pérdidas de 4.935 millones de dólares (algo más de 4.500 millones de euros al cambio actual), en lo que fue su cuarto ejercicio consecutivo de números rojos. La compañía se ha visto golpeada estos años por la crisis del 737 Max, por la pandemia y por el ruinoso contrato para la fabricación del nuevo avión presidencial de Estados Unidos, el Air Force One. En los primeros nueve meses de 2023 redujo sus pérdidas casi a la mitad, hasta 2.212 millones de dólares, gracias a un incremento de los ingresos del 20% que parecía apuntar a un despegue. La empresa arrastra una deuda de 52.300 millones de dólares.

De hecho, el nuevo siniestro ha puesto de nuevo a Boeing y su modelo 737 Max en el ojo del huracán después de que en 2019 se le retirara el permiso de vuelo —el fabricante estadounidense hasta suspendió su fabricación— a raíz de dos accidentes fatales que le costaron la vida a más de 300 personas en otra versión del 737 Max, la 8. En octubre de 2018 se estrelló en el mar de Java, en Indonesia, el vuelo 610 de la compañía de bajo coste Lion Air operado por un 737 Max 8; pocos meses después, en marzo de 2019, fallecieron 157 personas en el vuelo 302 de Ethiopian Airlines en el mayor desastre aéreo de ese año —el modelo de avión era el mismo, el Max 8—. La investigación que se puso en marcha tras las dos desgracias desveló fallos en el diseño del sistema de estabilización (MCAS) del modelo y que la empresa, pese a haber asegurado que los 737 Max eran tan seguros como cualquier otro tipo de aeronave, sabía del defecto.

Mientras tanto, un Boeing 737-800 de la aerolínea japonesa All Nippon Airways (ANA) retornó este sábado a su aeropuerto de origen al detectarse una grieta en una ventanilla. Una media hora después de haber despegado del aeropuerto de Shin Chitose, que da servicio a la ciudad de Sapporo (norte del país), el vuelo 1182 de ANA, que viajaba con 59 pasajeros y seis tripulantes a bordo con destino Toyama (costa occidental), se vio obligado a dar media vuelta al descubrirse una grieta en una ventanilla, informó la agencia Kyodo. Según un portavoz de ANA citado por Kyodo, no se produjeron heridos y la aerolínea ha procedido a reemplazar la ventanilla dañada.

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