Es casi medianoche cuando Josep Borrell (La Pobla de Segur, 76 años) llega a su hotel en Jerusalén, tras una jornada extenuante en su primera visita a Israel desde que asumió el cargo de alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, en 2019. Pese al cansancio, comienza a hablar antes de que el periodista pregunte o active la grabadora. Se nota su pasión e interés por una región a la que le une además un vínculo personal: en 1969 pasó un verano trabajando como voluntario en un kibutz, en el que conoció a su primera mujer. Lo recordaba horas antes, en una visita a otro kibutz, Beeri, donde los milicianos de Hamás mataron y secuestraron a decenas de personas el 7 de octubre, en un ataque sorpresa que motivó la invasión israelí de Gaza ―más de 13.000 muertos y barrios enteros en escombros― y transformó la visita que Borrell tenía planeada, una vez que las autoridades israelíes dejaron de vetarlo extraoficialmente por considerarlo parcial hacia los palestinos.
Borrell admite que, en un momento tan sensible, “no es cómodo” trasladar a sus interlocutores israelíes solamente que el ataque de Hamás fue “terrible” e “injustificado”, sino también que “un horror no justifica otro horror”, que “la guerra tiene sus reglas” y que la situación humanitaria en Gaza es hoy “absolutamente tremenda”. En definitiva, que “el problema no se puede resolver con el éxodo masivo de más de dos millones” de gazatíes, sino con una solución política que garantice al Estado judío la seguridad que sus numerosos soldados y su cara barrera tecnológica en torno a Gaza no le pudieron dar aquel 7 de octubre. Este lunes compartirá con los ministros de Exteriores de los Veintisiete las conclusiones de esta gira regional, que le ha llevado también a Palestina, Bahréin, Arabia Saudí, Qatar y Jordania.
Pregunta. Un día largo con muchas reuniones…
Respuesta. Hay que hablar en este momento con todo el mundo. La situación humanitaria en Gaza es absolutamente tremenda. Tremenda. Los propios israelíes nos han explicado cómo está, pero, claro, ellos tienen una visión menos dramática y que la culpa es de Hamás. Naciones Unidas tiene una visión fiable e imparcial. Hay un millón y medio de desplazados. Israel quiere ofrecer una zona segura, pero muy pequeña y la gente tiene miedo de meterse allí y que luego no pueda salir.
Las agencias de la ONU no pueden sustituir al funcionamiento ordinario de una economía de más de dos millones de personas. Con los medios que tienen, no pueden darles de comer todos los días así de golpe y garantizarles servicios. Los israelíes echan la culpa a los palestinos de que han destruido los pasos terrestres. En realidad, seguramente, no tienen tampoco mucho interés en abrirlos.
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Están pasando los camiones a cuentagotas. La situación humanitaria puede ser realmente muy, muy, muy grave ¿Qué quiere Israel? Hoy, en Israel, nos han dicho claramente que ellos no se quieren quedar en Gaza. Pero también que quieren securizar Gaza. Queda la pregunta: ¿cómo se securiza Gaza entonces? Mi mensaje, creo que ha quedado claro, es: “Oiga, lo que le ha hecho [Hamás] es tremendo, terrible, un ataque injustificado contra la población civil. Pero la guerra tiene sus reglas. Y los bombardeos tienen que tener en cuenta las víctimas que están causando”.
Hay fotos satélites donde se ven bloques enteros, manzanas enteras, desplomadas. Los israelíes explican que debajo hay túneles de Hamás, que tienen que hacerlo porque están escondidos debajo. Lo están, no lo están, yo personalmente no lo sé. Sospechan que están.
Todo pasa por la liberación de los rehenes. Si se liberan, la gran pregunta es: ¿y qué hacemos con los gazatíes? Puede haber más de 10.000 víctimas mortales, pero sigue habiendo más de dos millones de personas.
P. Aunque se libere a los rehenes, Israel mantendrá su objetivo de acabar con Hamás.
R. ¿Qué es acabar con Hamás? Y luego está la creciente violencia contra los palestinos en Cisjordania, de la que se habla muy poco. Hemos tenido una reunión con el presidente [Isaac] Herzog. Ha ido bien. Paso por ser un poco propalestino, así que me temí que habría una acogida más fría, pero no. Estaba contento de que fuéramos y le expresáramos nuestros sentimientos, pero no consideran que haya un problema tan grave de violencia en los territorios ocupados. Que se llaman así: territorios ocupados.
No llega al nivel de los bombardeos de Gaza, pero en Cisjordania hay una escalada de la violencia muy fuerte. De hecho, el ejército no estaba custodiando la frontera de Gaza [el 7 de octubre] porque estaba desplazado a Cisjordania. Nos preocupa una nueva explosión de violencia en Cisjordania, donde los palestinos tienen poca capacidad de defensa. Ha habido 400 muertos desde principio de año, 200 desde el 7 de octubre. Y finalmente está la internacionalización del conflicto, o sea, Hezbolá en el Líbano. Cada vez hay un duelo de artillería y de misiles más intenso.
Imagínese que hay una tregua y dejan pasar camiones. ¿Cuánto tiempo duran los recursos que tiene Naciones Unidas para alimentar un flujo continuo de ayuda? Si de repente dijeran: ‘Cinco días de apertura total’, habrá que pensar de dónde salen los recursos para ayudar a tanta gente. Y nosotros [la UE] hemos aumentado mucho en la ayuda, hasta 100 millones.
P. ¿Qué impresión se ha llevado de los encuentros con los dirigentes israelíes respecto a la idea con la que venía antes?
R. Yo ya sabía que están en la posición de que tienen que acabar con Hamás. El discurso de la retención, pues sí, lo toman en consideración. Nos hemos reunido con su célula humanitaria, muy bien montada. Tienen mucho cuidado de documentar todo lo que hacen, porque el Tribunal Penal Internacional ha abierto una investigación [por el 7 de octubre].
Pero no creo que cesen mientras no haya liberación de los rehenes. Y nosotros, mi discurso al menos, ya lo ha oído, es que un horror no justifica otro horror. Si quieren construir la paz, no pueden ahora sembrar más odio. Y después, ¿qué? Nadie quiere hablar del día después. En realidad, el día después es ahora. Los árabes te dicen: ‘La gente se está muriendo y usted me dice que hay que hacer una conferencia dentro de seis meses’. Y los israelíes tampoco quieren hablar del día después porque no saben cuándo y cómo va a acabar esto. No se quieren quedar, pero quieren securizar Gaza. Vale, muy bien. ¿Cómo se hace eso? Ni siquiera Hamás ha pedido un alto el fuego. Han muerto de éxito. No esperaban poder causar tantos muertos y destrucción. Se encontraron sin resistencia. No creo que esperaran poder penetrar tan profundamente. Y, sobre todo, durante tanto tiempo.
Hay una cantidad de odio acumulado… Y el sentimiento que tienen los familiares de las víctimas y los rehenes [israelíes]: ‘Nos lo hacen porque somos judíos’. Se han despertado todas las luces rojas del Holocausto. Después de lo que ha pasado, la solución de dos Estados… Como dice el presidente Herzog: ‘¿Quién garantiza mi seguridad? Si estando en Gaza han hecho eso, ese [futuro] Estado [palestino], ¿cómo va a funcionar?’
P. Eso remite a lo que usted ha dicho: que ninguna tecnología ni barrera [garantiza la seguridad de Israel]…
R. Está demostrado. Es o una solución política, o seguirán así por generaciones. La confrontación de dos pueblos por la misma tierra lleva ya más de un siglo. No es cómodo venir a decirles aquí lo que les he dicho. Quieren el apoyo incondicional. El ‘sí, pero’, no les satisface.
Y luego la mortandad de niños [en Gaza]. Nos han enseñado las fotos horribles de las masacres en los kibutz [en referencia a las que le mostró este jueves el ministro israelí de Exteriores, Eli Cohen], pero las de los hospitales de Gaza también te deben poner los pelos de punta.
P. Querría volver a lo que dijo antes de que la base es la liberación de los rehenes. Habría una especie de pausa, pero luego continuarían los bombardeos.
R. Por eso no se liberan los rehenes. Son una moneda de cambio. A lo mejor liberan a los más incómodos, más difíciles de mantener. Una parte están enfermos, imagínate en qué estado anímico, condiciones de higiene, de alimentación, de salud…
P. ¿Por qué ha sentido la necesidad de recordar que todas las vidas valen lo mismo?
R. Porque los árabes dicen que, para nosotros, las vidas no valen igual. En la conferencia de paz en El Cairo en octubre lo dijeron al máximo nivel político: ‘Para ustedes, europeos, está claro que la vida de un palestino no vale lo mismo que la vida de un israelí. No me hable más de derechos humanos’. Te lo echan en cara.
Los diferentes líderes europeos se expresan de manera distinta. Y yo tengo que representar a todos. Hay países, como España, que están pidiendo un alto el fuego. [El presidente del Gobierno] Pedro Sánchez se batió el cobre para eso. [El presidente francés, Emmanuel] Macron dijo el otro día: ‘Israel tiene que dejar de matar mujeres y niños’. Pero hay otros líderes europeos que no han expresado condenas parecidas.
P. ¿Y cómo consigue lidiar con esas diferencias?
R. Muchas veces no lo consigo [risas]. En Naciones Unidas [el 27 de octubre] cuatro votaron en contra; ocho, a favor; y los demás se abstuvieron. El punto de encuentro es la abstención. Pero si hay cuatro países que dicen: ‘No, yo no me abstengo, yo voto en contra’, otros ocho dicen: ‘Pues yo, a favor.’ Es un tema muy divisivo en Europa. Hay países que están en una posición muy condicionada por su historia. Y te dicen: sobre Israel, es como si fuéramos nosotros mismos. Y luego hay otros, como España, que no tienen la misma historia y un sentimiento de culpabilidad. Más bien todo lo contrario. Una simpatía más clara por el mundo árabe.
Europa en eso tiene una unidad porque en el Consejo Europeo, al final, todos aprobaron una posición común. Pero en cuanto hay que confrontarse con un voto en Naciones Unidas, las diferencias afloran. Y yo no puedo decirles que voten lo que yo quiero. La política exterior sigue siendo de cada Estado miembro.
P. ¿Qué espera de la gira regional?
R. Hay que construir un marco conceptual. Está claro que esto tiene una solución política o no tiene solución.
Mi marco conceptual son los tres síes y los tres noes. No a que Hamás se quede otra vez con Gaza, no a que Israel se la quede, no al desplazamiento forzoso de personas fuera [de Gaza].
Los tres síes son: sí a la Autoridad Palestina, pero sola no puede ir. Sí a que los Estados árabes se comprometan, pero no solo a pagar la reconstrucción. Y sí a que Europa tome cartas en el asunto y no se quede aislada dejando que la solución la arreglen EE UU y el mundo árabe. En hacer de buen samaritano somos estupendos, pero aquí no se trata solo de ayudar a curar la herida, sino de construir un Estado.
P. ¿La UE tiene capacidad para desempeñar ese papel?
R. Tenemos. Nos pasamos la vida con la construcción de instituciones, desde el Cáucaso a los Balcanes. Pero eso significa un compromiso fuerte. Ni los europeos solos pueden, ni los árabes, ni EE UU. Tiene que ser una voluntad de la comunidad internacional. El problema no se puede resolver con el éxodo masivo de más de dos millones.
P. Israel se opone a que la Autoridad Nacional Palestina tome el gobierno en Gaza el día después.
R. Alguien tiene que venir. Tampoco sabemos el momento ese cuándo es y cómo queda la cosa. Lo que sí sé es que ha habido una responsabilidad moral y política de la comunidad internacional, que llevamos 20 años diciendo ‘dos Estados, dos Estados, dos Estados’ y no haciendo nada para que sea realidad. O muy poco. Israel no la quiere. No la ha querido desde que mataron [1995] a [el primer ministro, Isaac] Rabin. Ha estado en manos de gobiernos que no la quieren. Los extremistas de un lado y el otro lo han hecho imposible.
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